jueves, 31 de mayo de 2007

La empatía, los dispositivos y las prácticas


A propósito del intercambio anterior, me gustaría hacer una salvedad respecto a lo dicho por, Diana, respecto a su desacuerdo con mi análisis en el punto de:

pensar que el dispositivo presencial de algún modo "garantiza" la empatía
Pensando como educador y además como ex-hombre de teatro: Creo que es importante, para quienes trabajamos en la educación, diferenciar entre los dispositivos y las prácticas.
El acto de instalar una persona frente a un auditorio constituye un dispositivo que funciona quizás desde antes de que los italianos inventaran la caja sin la cuarta pared y pusieran en lugar de ella a un declamatore, a un actor a que jugara al como si, buscando generar empatía con quienes lo escuchaban y atraparlos con las manos invisibles del relato.
Es más: Bertolt Brecht que luchó denodadamente contra el histrionismo de Hitler, desarrolló una estrategia de puesta en escena a la que llamó Teatro del Distanciamiento, mediante la cual intentaba explicarle al auditorio que eso que estaba viendo era una representación y no debía sentirse involucrado emocionalmente, sino como un expectador absolutamente racional. Adonde debía involucrarse era afuera. Ese era el mensaje. Sin embargo, no todo el teatro de Brecht es del género de distanciamiento. Muchas de sus mejores obras son piezas maestras del teatro empático clásico, donde lo que se busca es involucrar emocionalmente al espectador.
La emoción, decía un motivador famoso, llamado Napoleón Hill, hace con el aprendizaje el mismo trabajo que la levadura con la harina en el bollo de pan: Consigue, con la misma cantidad de materia, que ocupe más lugar.
Que la mayoría de los profes hayan vaciado el ingrediente de representación escénica del que también está hecho el dispositivo de transferencia que se arma en el espacio del aula, no condena al dispositivo (la herramienta) sino al que hace mal uso de ella.
Yo creo que es un recurso absolutamente potente y muy útil, sobre todo en ámbitos de trabajo con chicos desmotivados. Obviamente tiene que ver con que el profe pueda sostenerlo a lo largo del año y arreglárselas para renovar ese convenio tácito que se establece al iniciar el curso, cada vez que entra al aula. Muchas veces, ninguno de los contenidos curriculares que uno cree que enseña, importan. Lo que verdaderamente, educa, marca y por ahí consigue que un chico siga en la escuela, es el encontrarse con la posibilidad de identificarse con alguien que para él encarne un modelo diferente de lo que conoce. Obviamente esto no está dentro de las variables que uno puede manejar. Lo que sí podemos hacer es mantener esa cuota de magia y de sorpresa, tan cerca de él como para que sienta que puede apropiársela y lo suficientemente lejos como para que comprenda que no es un regalo ni un don, sino que es preciso trabajar para conseguirla.

Imagen: Carlay

martes, 29 de mayo de 2007

¿El pasajero o la brújula?



Una de las debilidades del modelo de la educación a distancia es la falta del ingrediente empático que se despliega cada vez que alguien se para frente a un auditorio y expone. Está claro que una parte importante de la construcción de la creencia necesaria para que cada quien pueda estar ubicado en su posición en ese dispositivo (expositor y audiencia) se produce por la identificación del escuchante con el que habla, a quien le supone un saber que él no tiene, como decía Lacán.
Este video y el clima que se ha venido generando entre pasajeros de diverso origen y especialidad, conviviendo enlazados gracias a la mediación de la metáfora del tren (y toda la capacidad evocativa que ha mostrado ser capaz de incentivar en ellos) parecen indicar que estas herramientas nos están acercando a un formato reformulado del dispositivo de transferencia de conocimientos. Donde la paleta de recursos histriónicos que se despliega en el formato presencial está desplazada por otras calideces que provienen de las sorpresas, de los señalamientos presentados como regalos (y que con toda nitidez traslucen que el otro ha trabajado para encontrar eso que me me indica, lo cual aumenta su valor como ofrenda, en tiempos de tanta simulación al respecto), o de la idfentificación con recuerdos de otros, a los que en ese acto uno acepta como pares en esta nueva formulación.
Interesante tema para pelotear, ahora que tenemos blogs, ¿no?.
Como quiera que sea, mis respetos a los Señores Ferroviarios!

domingo, 27 de mayo de 2007

Correo



¿y si sí?... todo sería tan fácil que no tendría sentido pensar. Viviríamos en estado de perplejidad... Afortunadamente la tecnología nunca será eso... Cuidarnos y cuidar el lugar donde vivimos siempre será una tarea que estará reservada a la especie humana. Con sus límites, con sus más y sus menos.

Trenes



Mis recuerdos relacionados con el tren, están llenos de texturas e impresiones (a las que todavía hoy puedo llegar con naturalidad), tienen que ver con la estación de la infancia. Yo tenía 8 años y el tren pasaba al costado de la ruta 7, a un par de cuadras de la chacra donde vivíamos, en el Pueblo Viejo de Alberdi, en la provincia de Buenos Aires. Puedo cerrar los ojos y volver a sentir el martilleo monótono del paso interminable de los vagones de carga a la madrugada, golpeando las ruedas contra el guardaganado. Ta-tas Ta-tas ... Ta-tas Ta-tas... Ta-tas Ta-tas y el golpeteo alejándose, me iba devolviendo al sueño lentamente.
Solíamos ir a verlo pasar a la casa de don Juan y doña Rosa, que vivían enfrente justo de las vías. Sin cerrar los ojos puedo volver a aquella casa y treparme al molino o sentir el gusto de la miel recién cosechada cuando masticábamos los pedazos de panales que se rompían al centrifugarlos...
La vida ha sido un viaje maravilloso hasta acá. Hace unos días publiqué algo de eso, a partir de la experiencia tecnológica de casi cincuenta años. Imagínense: Don Juan y Doña Rosa cenaban temprano porque en el campo no había otra luz que la del sol... y yo estoy contándoles esto, viajando en aquel mismo tren, 45 años después, sentado cómodamente sobre la web 2.0...