sábado, 4 de agosto de 2007

Pensar sobre el pensar



En el post anterior, Verónica Pena dejó un comentario que me resultó sorprendente. Dice: Mi comentario se volvió entrada en Cuaderno de Lengua, y me llevó a un post en el que expone sus vivencias durante al curso El Tren de la Web 2.0 e invita a sus compañeros docentes de la Escuela ORT a leer el artículo Cardadores y pensar alrededor de algunas de las ideas que allí se exponen.

Siguiendo su ejemplo. Le respondí en el Cuaderno de Lengua y posteo la respuesta porque me parece pertinente para darle continuidad a este ejercicio de pensar sobre el pensar.

Dice Verónica:

[...]volver a complicarme con la cuestión de la distancia, su necesidad, su deseo de prójimo: entre quien aprende y quien enseña, entre quienes aprenden, entre el mundo que hay que aprehender y las personas[...]
Hay algo que la distancia, la virtualidad en realidad, instrumentada en la educación, no ha podido reeemplazar todavía, y no sabemos si alguna vez podrá hacerlo. No tiene que ver con la tecnología sino con el ritual humano de la puesta en escena. Todavía no conocemos qué podría ser tan potente como el despliegue de gestos y actitudes corporales de quien se para frente a un auditorio y despliega sus artilugios de seducción para tratar de transmitir alguna idea a quienes están ahí para escucharlo.

Cuando eso pasa se ordenan tácitamente algunas fuerzas poderosas. Nadie en particular orienta ese proceso. Hay una subjetividad social que pre-existe para que eso funcione así. Alguien va a hablar y alguien se ubica en el lugar del que va a escuchar. Cuando se trata de adultos, en la propia decisión del que va a escuchar/aprender están las claves que explican ese movimiento. Cuando se trata de niños, que son mandados a la escuela, esas claves están incluidas en ese mandato: tenés que ir a la escuela para aprender.

En uno y otro caso esas premisas dicen más o menos lo mismo: hay una aceptación apriori de que el que está al frente del auditorio sabe algo que yo no sé. Eso es condición para que pueda estar ahí y condición del aprendizaje. Jacques Lacan lo decía con el sintagma: sujeto supuesto al saber. Traducido, significa que sólo podemos aprender de alguien a quien le suponemos eso: ser un sujeto que sabe algo.

Y me quiero detener en este punto y formular la siguiente pregunta ¿es posible desagregar de este proceso la dimensión física, la que provee el andamiaje para desplegar la paleta de recursos que va a organizar los lugares en esta escena real? ¿Puedo quitar lo que conocemos como espacio áulico y que el proceso de constituir un sujeto supuesto al saber se verifique igual?

Yo creo que sí. De hecho es lo que pasó en el Tren de la Web 2.0. Hay algo que explica porqué sucedió de manera tan intensa: La construcción de la empatía, o de la transferencia (como dicen los psicoanalistas) se produjo de una manera distinta: con mucha más carga (creencia, suposición, involucramiento) en cada sujeto aprendiente que la que se requiere en la escena real. ¿Por qué?. Porque la virtualidad permite que uno construya la imagen del otro tan grande como quiera.

Pensemos en el ejemplo que nos involucra.

No nos conocemos personalmente sino a través del relato fragmentario de lo que cada uno ha leído del otro en el recorrido en que hemos compartido la experiencia del Tren de la web 2.0. Sin embargo, eso no ha sido obstáculo para que nos prodigaramos elogios mutuamente. Tenés una imagen de lo que yo soy capaz de producir, que seguramente responde más a la construcción tuya acerca de mí, que a lo que soy en realidad (puede parecer medio esquemático esto, pero hago uso de esta licencia para seguir un hilo que me permita comprender este proceso complejo, que tiene muchas líneas de relatos y múltiples significaciones).

Esta construcción se apoya en algunas cosas que yo escribí y resonaron (hicieron matching) en espacios donde probablemente tenías preguntas o creencias poco establecidas. De ahí en más, se verificó el proceso: La construcción que hiciste de mí como sujeto supuesto al saber, te permitió escribir y pensar, en base a lo que yo dije, sumándole y reformulándolo en aspectos que yo nunca había pensado. ¿Dónde estuvo el aprendizaje? En que aquella creencia te puso en movimiento para producir otra cosa.

Todo esto fue posible porque hubo un sustrato de afecto y de libertad que generaron los maquinistas con la propuesta, donde lo no dicho era justamente un discurso contrapuesto al de la sociedad de consumo, que necesita éxitos, certezas, verdades irrefutables... Aquí uno podía aparecer fallado, dudoso, despistado... humano, en definitiva.

Vos pudiste contar el episodio de la clase donde los pibes te filmaron y subieron la peli a YouTube y a muchos nos puso a pensar en esa alternativa como un recurso para darle una vuelta de tuerca más a la tarea en el aula. Todos aprendemos de todos en ese clima. Y después, nadie se quiere ir de ese espacio en donde nos quieren tanto.

¿Y la distancia? ¿Y la tecnología? ¿Y las herramientas?...¿Importan tanto como nos quieren hacer creer?

2 comentarios:

Diana F. Zalazar dijo...

Daniel.
Creo que esta experiencia nos ha marcado indudablemente a todos y das en el clavo cuando decís que se trató de una propuesta con "un sustrato de afecto y de libertad... Aquí uno podía aparecer fallado, dudoso, despistado... humano, en definitiva." Gracias a eso y a nuestras fallas es que el otro se nos hizo necesario e indispensable para poder pensar, o como diría Pichon co-pensar. Y pasando a otro ejemplo emblemático de distancia y producción en transferencia, ¿Acaso las cartas de Freud a Flies no hablan también de esa transferencia a distancia que posibilitó las reflexiones más innovadoras en los orígenes del psicoanálisis? La transferencia de un jóven médico neurólogo hacia un otorrinolaringólogo. Parece que allí no hizo obstáculo ni la distancia ni la especialización y así sucede cuando se entrama la transferencia y el conocer se hace causa.
Besos y hasta pronto

Verónica Pena dijo...

Andaba necesitando escuchar esa cita de Lacan que traés, Daniel: sujeto supuesto al saber... He sido descubierta y quiero seguir pensando sobre tus preguntas finales:
"Todos aprendemos de todos en ese clima. Y después, nadie se quiere ir de ese espacio en donde nos quieren tanto.

¿Y la distancia? ¿Y la tecnología? ¿Y las herramientas?...¿Importan tanto como nos quieren hacer creer?"

Pero voy a traer a cuento un relato de Ítalo Calvino, "Las ciudades y los trueques" que trajo Guillermo Lutzky en respuesta a tu comentario:

"En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros, según indiquen las relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar entre medio, los habitantes se marchan: las casas se desmontan, quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos.

Desde la cuesta de un monte, acampados con sus trastos, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que se levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia, ellos no son nada.

Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la abandonan y se trasladan aún más lejos con sus casas.

Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el viento hace rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma.

Italo Calvino
Las ciudades invisibles

Me hace pensar en la Historia, que me hacía falta sumar en mi tablero.

Sabés qué... Creo que la distancia sí importa, su percepción, su consistencia sí importan. Tengo la sensación de que las tecnologías y sus herramientas no son el fondo de ninguna cuestión ni lo cambian pero no son sin ese fondo de cuestión, ajenas a él. En nuestro caso, la cuestión es la enseñanza y el aprendizaje y el aula, y todo eso hoy con las "nuevas" TICs, ¿no? (Bueno, lo de "hoy" es complicado, lleno de pliegues: hoy y aquí, que somos nosostr@s, conectad@s a internet, en Argentina, por lo menos así de restringido está ese "hoy"... De hecho, por ejemplo, para mí son muchísimo más nuevas que para vos, claro.)

Me vienen a la memoria varias cosas. En principio iré desplegándolas como aparecen así vamos pensando juntos:

1

En un post de Carlos Neri, él ofrece una cita de Baudrillard que quiero traer aquí a la memoria (lástima que no sé de qué libro es).

“…Pero, con la modernidad también perdimos la idea de que la fuerza está en la ausencia, que de la ausencia nace el poder. Ahora, por el contrario, queremos acumular, acrecentar, agregar cada vez más, y ya somos incapaces de enfrentar el dominio simbólico de la ausencia. Por eso mismo estamos hoy sumergidos en una especie de ilusión inversa, una ilusión
desencantada: la ilusión material de la producción, de la profusión, la ilusión moderna de la proliferación de las imágenes y
de las pantallas…”

Como el uso de las TICs en la enseñanza presencial supone la producción de una distancia, yo venía preguntándome en mi caso (profe de Lengua y Literatura): ¿por qué esta necesidad de un material y de unas herramientas provenientes de la educación a distancia si tengo al pibe, a la piba ahí (quiero decir... "acá", bueh, no sé, cerca, digo)? Me pasan dos cosas, los materiales a mí me encantan, me dan ganas de usarlos, de inventarlos. Pero ¿qué lugar tiene la distancia si esta es la presencialidad? Y acá viene a cuento lo de Baudrillar, porque me recontrapregunto ahora: ¿acaso esa escena que me gusta tanto recordar no incorpora una distancia? ¿Una
cierta distancia? ¿Como la distancia entre una Ersilia y otra Ersilia?

2

Vengo pensando todo este año, como en un segundo plano, de fondo de otras cosas que pienso, en el lugar del cuerpo en la escuela. El cuerpo. Sí. Desde los pies a la cabeza, ese cuerpo, el de la gente. Fue que comencé y abandoné un curso alrededor del cuerpo entre la filosofía y la historia del arte... Fue que tuve muchos encuentros escuchando a profesores de Educación Física Coordinadores del área de Expresión de las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires... Fue que hace un año y medio (algo se va asentando en el cuerpo) volví a mi práctica de Kung Fu... La cuestión es que veo que la escuela en su forma más tradicional, "la escuela", la que todavía es dejando de ser la que era, evidenciando su ya no ser y su desearse/ indesearse otra cosa (el no ser es crítico, duele, agobia, ataca con sorpresas, a veces, otras -menos- es feliz, límpido, rico, diverso), esa escuela lucha contra el cuerpo. Muy poco simbólicamente, digamos, lucha.

Hay una película francesa que probablemente conozcan y si no, recomiendo. Es de François Trouffaut y se llama "Los cuatrocientos golpes". En francés, la expresión "fair les quatrecents coups" equivale aproximadamente a la nuestra "mandarse las mil y una". Pero la palabra "golpes" es importante, porque -por lo que cuenta el film- también se puede asociar con otra nuestra: "los golpes de la vida". Allí se ve una escuela que tod@s conocemos (quizás no nuestr@s alumn@s, quizás): los bancos de madera pegados al piso, los alumnos silenciosos, el maestro dictando, los alumnos escribiendo todos al mismo ritmo ("si no, te atrasás y nadie te espera", así aprendías y Dios veía que era bueno), con la misma letra, la misma cosa. Eventualmente un alumno recitaba la lección con la misma dicción del maestro, su misma cadencia. Nada se mezclaba, ellos por un lado, ellas por otro. El cuerpo disciplinado y la mismidad como regla. Y el cuerpo era uno que estaba bien si no se notaba que existía, si no olía, si no sonaba, si no tocaba otros cuerpos, si "no". Con la regla se castigaba, también. En la película, el alumno pasa de la escuela a la cárcel (debería haber ido a parar al trabajo, supongo). Y no creo que le haga diferencia. No en lo simbólico.

3

Atender a la diversidad es el mandato hoy desde todos los güines... Desde la "pegagogía de las inteligencias múltiples"
(estoy forzando el nombre un punto, solo un punto), desde la teoría de la comprensión, desde las nuevas formas del trabajo (y del trabajo no pleno como condición de la producción, y no como problema que debe resolverse), de la producción y del consumo personalizadísimos (cada individuo es un target, un perfil, ¿vieron lo que llenamos cada vez que nos asociamos a algún
servicio digital?). Pero también desde los movimientos de resistencia o de lucha social, las banderas son las de las
diferencias y su afirmación y defensa: las diferencias de prácticas y orientación sexuales, las diferencias religiosas,
étnicas, las diferencias etarias, las diferencias de capacidades físicas y mentales, las diferencias "culturales" y ahí se
mete todo lo que queda: gustos musicales, gustos por drogas diferentes, registros en el uso de la lengua, en las prácticas y
orientaciones progresistas, en las formas de abollar los mocos... Taxonomía de las diferencias.

Perdón por el tono: es largo de remontar el positivismo, largo largo como una "neverending list, ahaha ahaha ahahahaaá".

Inconclusiones

Por eso pensaba en el poder de la distancia, de la ausencia. Como Ersilia se refunda y se reencuentra y busca su forma, hay que reelaborar la distancia y la ausencia del otro en el fondo de este nuevo mandato. Para recomponer rituales en un aula porosa, en un aula que puede ser menos cuadrada, más prismática, recuperar su cuerpo.

Siempre hay algo negado en proporción al mandato... El cuerpo vs. la mente, las diferencias vs. el progreso. Ahora, ante la
ilusión de producción, de profusión y de conectividad y de que hemos llegado a alguna de las utopías tecnológicas, digo, ahora se nos niega el todo, ni más ni menos. Joder.

En la relación docente-alumno/a-conocimiento, esta negación resulta para mí un saludable límite de intromisión de un@s con otr@s. La persona "pibe, piba" que se desconecta haciendo que escucha pero no, da igual que el que, la que pone un jueguito
cuando tiene la pantalla delante en la clase o usa un ipod "de contrabando" en la clase de música. Pero... o... (mejor) uno puede ser convocante y sostener la distancia, en otro momento. Un docente que asume/dice/practica que no puede "estar en todo" o meterse en todos los espacios del otro, se hace ausente, distante, señala su existencia. Y puede volver-se un sujeto supuesto para saber (no sé si esto que invento me lo perdonrá Lacan, jajájjajjajjajaaa y já).